viernes, 23 de enero de 2015

Menos "bolas" y más ideas...

En tiempos de crisis (políticas, sociales o económicas) las medidas extraordinarias son más necesarias que nunca y la creatividad de los ciudadanos se echa a andar para tratar de conseguir la solución perfecta para todos los problemas. Desde las más extremistas y políticamente incorrectas, tipo genocidios y penas de muerte para todo el mundo, hasta las más hippies e incluyentes, en las que nos sentamos en círculo para hablar de nuestras diferencias y nuestras semejanzas.
Lo cierto es que, en materia de mandatarios, se pone de moda una corriente que alaba la tenencia de "bolas". Aquellas que forman parte únicamente del aparato reproductor masculino y que se encargan de producir los espermatozoides y secretar testosterona.
Vamos, que si hablamos de masculinidad, no hay nada que mejor la represente que un par de buenos testículos. Es por esta razón, que mi pequeña (pequeñísima, a decir verdad) feminista que llevo por dentro se alarma cuando lee una y otra vez el clamor por un hombre "cuatriboleado" (que no sólo es machista si no extraño) para que venga a salvarnos de esta crisis tan fuerte que nos aqueja y mi alarma es mayor cuando hablan de una mujer "con las bolas bien puestas". O sea, que no sólo necesitamos un tipo que grite, pelee y tenga pelo en pecho, si no que, si es mujer, tiene que comportarse como un hombre porque si no, no sirve.
Lo más llamativo de esto es que, si revisamos un poco, los mayores tiranos de la historia son precisamente aquellos que tienen esas "cualidades" que tanto gustan por estos días. Hombres, de carrera militar laureada, con capacidad pulmonar amplia que les permite dar larguísimos discursos a gritos, que no le preguntan su opinión a los demás porque sus testículos le dan superioridad moral e intelectual y que utilizan la violencia, normal dada su naturaleza masculina y el tema de la testosterona, para resolver sus conflictos.
Y así, veo cómo alaban a Marcos Pérez Jiménez o Franco porque en esa época "podías dormir con la puerta abierta y no te robaban". Claro, no te robaban, primero, porque fue hace más de 40 años, no había ni la mitad de población en las grandes ciudades y por consiguiente ni la mitad de sus problemas (pregúntenle a los gringos, por ejemplo, que no estaban gobernados por ningún dictador y tampoco los robaban) y segundo, porque si el castigo por robar era el paredón, normal que no te robaran. Pero como no había ladrones, tampoco había libertades fundamentales. Eso que tanto les gusta hacer por las redes sociales (montajes de Maduro, chistes sobre Rajoy, etc), aquello de estar en la cola para pagar en el supermercado mientras vociferan que este gobierno nos lleva por el camino de la amargura y que ojalá viniera un rayo fulminante y cayera en la Asamblea y los matara a todos, tampoco se podría hacer. Porque a los "híper boleados" no les gusta que se burlen de ellos, ni se les pongan creativos en público.
Quizás las personas menos agresivas necesiten más tiempo para lograr sus objetivos. A veces pensamos que ni siquiera llegan a alcanzarlos, pero siempre dejan su huella. Su marca es mucho más duradera y queda grabada en la historia sin necesidad de sangre y revanchismos. Y no es problema de género. Grandes hombres han demostrado que no necesitan agresiones para llevar a cabo sus revoluciones. Martin Luther King hizo uno de los discursos más hermosos que se hayan escuchado "I have a dream" en el que explica su sueño de un país donde el color no sea motivo de segregación y buscó la integración de las razas, no la aniquilación del contrario como predicaban sus pares "cuatriboleados" del Black Power y Malcom X.
Cuando se habla de santas nuestra primera imagen es de la Madre Teresa de Calcuta, pero su doctrina de "perdonar, perdonar, perdonar" fue criticada duramente por muchos que hasta la llegaron a tildar de agente política del gobierno indio. Poco importaba toda una vida dedicada a los enfermos en uno de los países más empobrecidos de la tierra cuando decidió internarse en una clínica californiana luego de mil enfermedades seguidas. En pocas palabras, era una pusilánime que debía aguantar lo que le viniera.
Por otro lado, Mandela nos demostró que 30 años no son nada si con ellos logras la libertad de un país. Pasó del camino violento al pacifista y perdió su matrimonio porque para su esposa, ella tenía más testículos que él una vez que este salió de la cárcel y se sentó a dialogar con aquellos que lo habían apresado. Se dio cuenta que la violencia y las bombas no lograban el objetivo. Hablando y actuando en el momento que él creyó justo, logró acabar con el apartheid y devolvió a los negros de Sudáfrica todos sus derechos ciudadanos.
Y si me tengo que quedar con alguien, sería Malala. Una niña con una presencia tan poderosa que el sólo asistir a clases la hizo tan peligrosa, que intentaron asesinarla. Y que en vez de pedir revancha y hablar con odio, volvió a coger sus libros para seguir estudiando. Por ella y por las miles de mujeres, con ovarios, no testosterona, decidió alejarse de la violencia y hacer que su voz se escuche donde tiene que ser escuchada.
Que al final de cuentas, yo prefiero a Gandhi que al Che Guevara. A Kennedy que a la Thatcher y a Capriles antes que Orlando Urdaneta. ¡Menos bolas y más ideas!


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