lunes, 16 de noviembre de 2015

Más muertos en mi Facebook que en París.

No logro recordar a quién se lo leí, pero me llamó mucho la atención. Una persona que decía "Hay más muertos en mi Facebook que en París". Tuve que leer lo que ponía después, porque asumí (erradamente) que diría el cliché típico de los venezolanos intensos que se quejan de que en Venezuela la delincuencia asesina a 100 personas cada fin de semana en Caracas y que nadie se compadece tanto como con los hechos de París y que todo se basa en faranduleo (para aquellos que me leen desde otras latitudes, "faranduleo" es igual o muy parecido a "postureo") Pero no, esa persona se refería precisamente a todos esos que se quejaban por las muestras de solidaridad con París por las razones que fueren: en Venezuela matan a más y vives acá, en Siria matan a más con mayor frecuencia, los gringos son los culpables y no los árabes, los musulmanes no son todos malos y los hacen ver así. Mil excusas para fastidiar a los que se conmovían.
Después de eso, me di cuenta que entre mis contactos también había muchísimos muertos. Gente súper fastidiosa que espera ver qué hace la mayoría de la gente para hacer justo lo contrario, junto a otra gran mayoría mientras se burla del comportamiento masivo del que critica.

Uno siempre tiene esos amigos, contactos, compañeros de trabajo "anti establishment" que odian las películas que le gustan a todos, la música que está de moda, los locales de comida famosos, en fin, que critican a los "borregos" que disfrutamos de las cosas que, por una razón, se vuelven virales. Porque sí, hay una razón por la que una canción, película o coffee shop se hacen famosos y en muchísimos casos es por su calidad. Pero en su mente, creen ser superiores si detestan El Padrino, Hombres G o se mueren antes de comprar café en Starbucks. ¡Supérenlo, no son más inteligentes, sólo son el coñazo del grupo!
Y esos coñazos, también asomaron su cabeza después de los atentados terroristas del viernes 13. Desde los más intelectuales que dieron razones varias para el proceder de los asesinos (los gringos malos, occidente malo, todos malos menos los terroristas) hasta los más básicos que no saben diferenciar la bandera de Rusia de la francesa y sólo te gritan que tu país no te duele porque sólo piensas en el faranduleo que significa haber ido a París alguna vez.
Al final, resulta que casi somos tan malos aquellos que, por postureo o no, colocamos una bandera y otras no, porque nos duelen unos y otros no, sin entender que la cotidianidad de una bomba en Israel y la de una en Londres no se puede comparar, no así sus víctimas. No es que nos duelan unos y otros no, es que lo cotidiano se vuelve tristemente normal. Y la normalidad da paso a la indiferencia. Es por eso, que los venezolanos no nos entristecemos con cada muerte a manos del hampa que hay en Caracas, si no, estaríamos todos con tal depresión que nos lanzaría
mos por las ventanas de los edificios.
El enemigo es uno. Es aquel que asesina a otros porque sí. Porque los terroristas no están vengando una afrenta del gobierno francés o estadounidense. Si así fuera, pondrían bombas en la ONU y no en un concierto de rock. Tirotearían la caravana del Presidente y no un restaurante con gente inocente, que nunca ha tenido que decidir si hay bombardeos en Siria o si se venden armas (hechas por los rusos, por cierto, no por gringos), gente que quizás hasta simpatiza con su causa. Quién sabe.
Son asesinos, que matan gente a sangre fría. Tipos que aunque no tuvieran la excusa de la fulana guerra santa, también matarían, solo que por delincuencia común, por machismo o cualquier otra razón. La gente mala, es mala. Y el que es capaz de matar, luego de planificarlo, lo hará tarde o temprano de todas formas.. Así occidente se porte bien.
No permitamos que nuestras almas se mueran. No dejemos que el resentimiento y los complejos no nos dejen compadecernos de los demás. Y si creemos que algunos están olvidados, pues trabajemos para que sus caras y causas sean reconocidas sin necesidad de invisibilizar a los otros.

jueves, 8 de octubre de 2015

Yo también quise ser Miss Venezuela

Todas las mujeres de Venezuela han querido ser misses. Todas. No me engañen, ni se engañen. Cuando una niña nace en este país, automáticamente está concursando para ser Bebé Gerber, imagen de Ovejita, reina de carnaval en su salón, madrina del equipo de fútbol de su hermano o su papá, aspirante a modelo cuando hace el cursito para adolescentes en Gisselle's y finalmente Miss Venezuela. El más grande y maravilloso galardón al que quiere acceder la mujer criolla.
No creo en el mantra de "Las venezolanas son las más bellas del mundo". No. Hay gente muy fea por acá por dentro y por fuera, así que generalizar de esa forma es estúpido e irreal. Lo que sí es cierto es que últimamente se ha puesto de moda el rechazo a la belleza física. Como que si ser linda, flaca, arreglada, con las tetas hechas y un toque de botox fuera un pecado. Y no sólo un pecado, si no reñido con la inteligencia. Ahora resulta que nos hemos propuesto estigmatizar a las bellas y llamarlas brutas. Sin derecho a pataleo, además. Si eres rubia, tonta. Si pasas por quirófano, superficial. Si compras maquillaje y vas a la peluquería con regularidad, vacía. Nuestra envidia por esas mujeres nos ha hecho buscarles defectos por cualquier sitio para justificar la injusticia que significaría ser preciosa, inteligente y buena persona.
 Nos sentamos frente al televisor a sintonizar el magno evento de la belleza, viendo a 25 niñas de 18 años (sí, ahora que tengo 35 sé que son unas niñas) a esperar ver resbalones mientras caminan en traje de baño en sus imposibles tacones de 15 centímetros en los que yo sería incapaz de dar 2 pasos. Nos trasnochamos hasta el momento de las preguntas, porque nuestra mayor satisfacción se da cuando unas carajitas se traban respondiendo una mega tontería mientras están paradas frente a mil personas que les gritan "Boba, enchufada, BUUUUU, Viva Amazonas". Si dicen una burrada o se quedan calladas durante unos interminables 6 segundos y dicen "¿Me puedes repetir la pregunta?" nuestra vida vuelve a tener sentido. No hay problema de trabajo, avería en el carro o depresión post relación que no pueda ser olvidada después de ver que una tipa guapa se ridiculiza en televisión nacional.
Automáticamente se vienen los memes, vídeos en Youtube, captura de pantallas, burlas por grupos de Whatsapp mientras nos comemos un paquete de Oreos y nos tomamos el litro de Coca Cola que compramos para ver el concurso de las mujeres brutas y bellas pero porque están operadas. "Así cualquiera. Si yo me hago un bypass, me opero la nariz y me pongo extensiones también soy Miss." Y bueno, no. Además tienes que comer atún en agua y lechuga durante más de 1 año, ir al gimnasio 2 veces al día (a hacer ejercicios, no a tomarte fotos), medir 1.80 cm (que para eso no hay operación) y bueno, ser linda genéticamente ayuda, para que no parezcas Yei Love, que también está operada pero es un adefesio.
El otro día leí una imagen que me resultó muy antipática. Decía "Ya te hiciste las tetas... ¿el cerebro para cuándo?" Asumiendo automáticamente que quien se haga algún cambio estético no se quiere, no tiene autoestima, no tiene cerebro porque se preocupa de su imagen. Y no siempre es así. De hecho, por la experiencia que he tenido alrededor me he dado cuenta que casi nunca, en realidad. Me rodean un montón de mujeres hermosas, que se han operado y que son increíblemente talentosas, inteligentes, preocupadas por su familia y quienes las rodean. Así como chicas no tan guapas, ni arregladas que tampoco son tan letradas, buenas personas, ni nada parecido. Que están más pendiente del físico que las otras, pero del físico de los demás. Que se sienten tan mal con ellas mismas, que en vez de hacerse un cariñito, prefieren tildar de superficiales y vacías a las que sí se arreglan antes de salir a la calle.
 Que no midas más de 1.70 cm no te impide ponerte algo lindo cada día. Que seas gorda, no es excusa para no arreglarte el cabello o hacerte la manicure. Que seas una intelectual no te exonera de bañarte todos los días y salir maquillada si eso quieres. Yo, no hay nada que ame más que comprar maquillaje y libros. Que ir a la peluquería a secarme el cabello y hacerme la pedicure y en la noche ver documentales de Natgeo o History Channel mientras me peino mi pelo recién arreglado.
Amo mi superficialidad tanto como mis intensidades y no pretendo renunciar a ninguna, jamás. Hoy, me voy a reír cuando una de las niñas diga que es más fácil pedir perdón que pedir permiso o al revés y voy a seguir recordando que alguna vez yo también quise ser Miss Venezuela.    

miércoles, 9 de septiembre de 2015

"Ojo por ojo y el mundo se quedará ciego"

Aun me pregunto por qué esa periodista húngara hacía zancadillas a los sirios que intentaban huir de la policía. No comprendo, por más que veo las imágenes, qué malévolo espíritu se apoderó de ella de repente para decidir patear a una niña de unos 12 años que corría detrás de su padre o a un señor con un niño en brazos que llegó a caer al piso mientras la miraba con una mezcla de incredulidad y odio.
Si odias a toda esta gente, lo lógico es que, más bien, los dejes ir de tu país. Porque, en efecto, ellos no quieren estar allí (y es que si son tratados así, es normal) y tú tampoco los quieres ahí. ¿Por qué impedir que tomen trenes, autobuses o cualquier vía para llegar a Alemania, Austria o Inglaterra? ¿Por qué dejarlos montar en un medio de transporte con la promesa de llevarlos a su destino soñado y luego desviarlos (como hacían los nazis con los trenes judíos) a un campo de refugiados? Engañarlos mientras están aterrados y hambrientos. Perdidos, sin saber el idioma y muertos de hambre y sed.
En estos últimos días he estado leyendo a muchas personas que se quejan de la decisión de esos sirios y africanos que quieren llegar a determinados países. Preguntan cosas como "¿Por qué no se van a otros países árabes con los que comparten cultura? Si son refugiados deberían quedarse en el primer país que tocan y no ponerse exquisitos con el sitio donde establecerse." Y terminan diciendo "Si escogen, dejan de ser refugiados para ser emigrantes por razones económicas". Cuando buscamos ambos términos, se consigue los siguiente "REFUGIADO: Persona que se ha refugiado en un país extranjero a causa de una guerra o de sus ideas políticas o religiosas - EMIGRANTE: Persona que vive en un país o región que no es el suyo propio de origen" En ningún lado conseguí nada acerca de querer una mejor vida a nivel económico, estudiar previamente la decisión que tomas, ni nada parecido. ¿Quién nos da la potestad de encasillar a estas miles de personas y criticar que no sean unos ignorantes, si no gente que sabe lo que quiere y hacia donde se dirige?
A muchos se les olvida que sus padres o abuelos fueron emigrantes. Que huían, por ejemplo, de la Guerra Civil Española o de la Segunda Guerra Mundial. No sólo por hambre, si no, en muchos casos, por ideales políticos. Huyendo del fascismo debido a su ideología de izquierda o de los "rojos" por sus creencias religiosas. Vi varias imágenes criticando que se montaran en barcas para cruzar el mar, teniendo más cerca países como Emiratos, más ricos y de igual cultura. ¿Por qué no le preguntan eso a sus abuelos cuando decidieron cruzar el océano Atlántico durante meses para venir a Venezuela, Cuba, Argentina o Estados Unidos, en vez de irse a Suiza, Holanda o Dinamarca como hicieron algunos? Es como criticar a nuestros amigos que prefirieron irse a España porque tienen papeles y por tanto, ayuda económica y no se fueron a Costa Rica o Chile, que están mejor y no hay paro. Yo misma, si alguna vez me voy de Venezuela, quisiera irme a España por la misma razón. Y porque mis amigos están allá y siempre es mejor estar acompañado que solito.
Entiendo que todo el tema de ISIS y los ataques terroristas nos hayan puesto con los nervios de punta. También entiendo a aquellos que se quejan de que, sobre todo los musulmanes, no se adaptan a la nueva cultura y pretenden que todos a su alrededor se adapten a ellos. Pero entiendo mucho más a los que huyen. Porque muy mal tiene que vivir alguien para montar a sus hijitos en una balsa y echarse al mar en medio de la noche. Mucho miedo debes tener para tomar una maleta, tus ahorros en efectivo y cruzar maizales y monte sin saber si vas al este o al oeste y qué tipo de gente te vas a conseguir en el camino.
Usen el corazón, su alma, su cerebro o lo que sea que active sus emociones y piensen en ustedes mismos, montados en un barquito de madera, con 400 personas más, saliendo desde África con un tipo que les prometió llevarlos hasta Inglaterra si le pagas 500$ o 1000$ (en muchos casos, los ahorros de toda una vida) mientras los coge una tormenta que amenaza con lanzarlos a todos al agua. Imaginen que están en una aldea siria donde oyen disparos todos los días, cada vez más cerca, con la bandera negra de ISIS, mientras recogen a sus hijas pequeñas para que no sean violadas o asesinadas y le hacen caso a un señor que les promete hacerlos llegar a Austria si se montan en un camión una vez que lleguen a Turquía, para luego dejarlos abandonados en mitad de la carretera porque todos murieron asfixiados.
Yo no soy particularmente tolerante. Vivir en Venezuela me ha hecho odiar y mucho, pero hay cosas que van más allá del odio que produce algo en determinado momento. Estas cosas que he visto me hacen pensar en la calidad humana. En quiénes somos en realidad, cuando las caretas se caen de forma "civilizada" entre comentarios aparentemente racionales entre gente aparentemente tolerante. Si vuelvo a leer a un amigo criticar las decisiones que toman esas personas pensando en una mejor vida, voy a explotar. Si vuelvo a leer que un refugiado tiene que vivir en un campo hacinado porque ya salió del país donde se sentía en peligro, creo que voy a eliminarlos de mi vida. No puedo estar rodeada de gente que llena su Facebook durante 2 días con fotos de Aylan (el niño muerto en la bahía de Turquía) y luego se queja de que no los dejen usar traje de baño en Egipto. No vayas a Egipto, y ya. Usa tu traje de baño en Punta Cana. Deja de pensar en una forma de vengarte.
"Ojo por ojo y el mundo se quedará ciego" Mahatma Gandhi.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Las consecuencias de ignorar la realidad

"Puedes ignorar la realidad pero no puedes ignorar las consecuencias de ignorar la realidad". Eso lo leí hoy, en una de las tantas imágenes de Facebook que son atribuidas a cualquier cantante o escritor random sin saber a ciencia cierta si pertenece a ellos o no. Pero, en este caso, me pareció que tenía un poder increíble. Quizás porque la realidad que me rodea es más dura de lo que jamás podría haber imaginado y, aun así, veo gente que la ignora de una forma tan fácil que a veces me resulta hasta indignante.
Ayn Rand es la autora de dicha frase. Una rusa que sabía que el lugar donde nació era meramente un detalle geográfico que no tenía que signar su futuro y que visualizó irse al sitio que, para ella, era su verdadero hogar porque representaba lo que quería para sí misma. Una mujer con la que sólo me identifico en esta parte porque era bastante egoísta y poco preocupada por los demás y eso no me gusta.
Ignorar la realidad se ha vuelto parte de la vida cotidiana del venezolano. Cuando vamos al mercado y compramos el kilo de mozzarella (de la marca que había) 200 bs más caro que hace una semana y levantamos los hombros mientras lanzamos la bandeja en carrito, ignoramos las realidad. Cuando te compras un Iphone 6 y vives en Caracas (la 2da ciudad más violenta del mundo). Si tu prioridad en la vida es tener "cachifa" y poder ir a la peluquería a secarte el cabello y hacerte las manos semanalmente. Si decides que es un buen momento para salir embarazada (para estar 1 año después pidiendo leche y pañales por cuanto grupo de Whatsapp hay). Si resulta que ganas 50 mil Bs mensuales pero te compras una camioneta con un valor de 10 mil $ y la vas a tener sin seguro "porque las aseguradoras se volvieron locas con los precios". ¿Al salir a rumbear hasta las 4 am, te pones a hablar pendejadas con tus amigos en plena calle, con los tragos en la mano en vez de montarte rápido en el carro e irte? Sí, estás ignorando la realidad.
Porque cualquiera con pleno raciocinio sabe que no es normal que sólo haya una marca de queso y que el precio varíe de esa forma en un país petrolero, que si la mayoría de los robos en Venezuela terminan con un asesinato o intento de y no tienes guardaespaldas es un absurdo comprarse un teléfono que cuesta un sueldo mínimo multiplicado por 1000. Que tener señora de servicio es una maravilla e ir a la peluquería todas las semanas es aun mejor, pero que eso no es la prioridad en la vida, ni siquiera, de las hijas de Obama. Si decides embarazarte en este país, donde no hay pañales, leche para bebés, ni medicinas ignoras la realidad de que eres una irresponsable que sólo piensa en ti y que no merece ser madre, porque tendrás a toda tu familia y amigos haciendo cola por ti, ya que tú estás cuidando al niño y no puedes perder el tiempo en eso. Y ni hablar de no tener seguro en un sitio donde los robos y el tráfico hacen que las probabilidades de que te quedes sin carro son altísimas.
Podemos ignorar la realidad, pero no las consecuencias de hacerlo. Cuando asesinen a nuestro hijo para robarle el fulano teléfono caro que tanto nos pidió, cuando llevemos más de 2 meses trayendo fórmulas pagadas en dólares por Amazon, cuando nuestro esposo llegue golpeado de una cola en la que tuvo que darse piñas con un poco de gente porque llegaron los pañales que al final no te sirven porque los Pampers le dan alergia a la niña, veremos las consecuencias de la realidad que nos rodea.
Es igual con los que se niegan a irse del país. Yo comprendo perfectamente a aquellos que tienen padres muy mayores, enfermos, y que nos digan que es imposible para ellos irse. "No los puedo dejar solos", me dicen. Y sí, lo comprendo. Pero si decides no irte del país, porque en el otro (sea cual sea) no vas a tener cachifa, no serás el abogado reconocido que eres acá, no vas a redondearte vendiendo lacitos que haces en tu casa mientras ves la novela, no vas a poder ir a la Hermandad Gallega (Centro Italo, Hogar Canario o Centro Portugués), no puedes echarte palos en una fiesta y luego devolverte manejando y la gente es fría en Navidad y no baila gaitas, sólo espero que las consecuencias de la realidad no te alcancen. Que no se te haga tarde y tengas que hacer tus maletas mientras lloras la muerte de tu padre o hijo a manos del hampa. Que no hagas la cola en el consulado mientras le cuentas al que tienes al lado cómo perdiste tu compañía porque la expropió el gobierno. Que no te despidas fugazmente en Maiquetía porque tuviste una discusión con un chavista en una discoteca y ahora te quieren meter preso porque tiene un tío fiscal.
Aquí no sea habla "paja" de Venezuela. Aquí se habla mal. Y se habla mal porque, por ahora, no tengo nada bueno que decir de ella. Aunque podemos seguirnos engañando con los atardeceres de El Ávila y yendo a la playa en cualquier época del año mientras esperamos las consecuencias de ignorar la realidad.  
    











viernes, 23 de enero de 2015

Menos "bolas" y más ideas...

En tiempos de crisis (políticas, sociales o económicas) las medidas extraordinarias son más necesarias que nunca y la creatividad de los ciudadanos se echa a andar para tratar de conseguir la solución perfecta para todos los problemas. Desde las más extremistas y políticamente incorrectas, tipo genocidios y penas de muerte para todo el mundo, hasta las más hippies e incluyentes, en las que nos sentamos en círculo para hablar de nuestras diferencias y nuestras semejanzas.
Lo cierto es que, en materia de mandatarios, se pone de moda una corriente que alaba la tenencia de "bolas". Aquellas que forman parte únicamente del aparato reproductor masculino y que se encargan de producir los espermatozoides y secretar testosterona.
Vamos, que si hablamos de masculinidad, no hay nada que mejor la represente que un par de buenos testículos. Es por esta razón, que mi pequeña (pequeñísima, a decir verdad) feminista que llevo por dentro se alarma cuando lee una y otra vez el clamor por un hombre "cuatriboleado" (que no sólo es machista si no extraño) para que venga a salvarnos de esta crisis tan fuerte que nos aqueja y mi alarma es mayor cuando hablan de una mujer "con las bolas bien puestas". O sea, que no sólo necesitamos un tipo que grite, pelee y tenga pelo en pecho, si no que, si es mujer, tiene que comportarse como un hombre porque si no, no sirve.
Lo más llamativo de esto es que, si revisamos un poco, los mayores tiranos de la historia son precisamente aquellos que tienen esas "cualidades" que tanto gustan por estos días. Hombres, de carrera militar laureada, con capacidad pulmonar amplia que les permite dar larguísimos discursos a gritos, que no le preguntan su opinión a los demás porque sus testículos le dan superioridad moral e intelectual y que utilizan la violencia, normal dada su naturaleza masculina y el tema de la testosterona, para resolver sus conflictos.
Y así, veo cómo alaban a Marcos Pérez Jiménez o Franco porque en esa época "podías dormir con la puerta abierta y no te robaban". Claro, no te robaban, primero, porque fue hace más de 40 años, no había ni la mitad de población en las grandes ciudades y por consiguiente ni la mitad de sus problemas (pregúntenle a los gringos, por ejemplo, que no estaban gobernados por ningún dictador y tampoco los robaban) y segundo, porque si el castigo por robar era el paredón, normal que no te robaran. Pero como no había ladrones, tampoco había libertades fundamentales. Eso que tanto les gusta hacer por las redes sociales (montajes de Maduro, chistes sobre Rajoy, etc), aquello de estar en la cola para pagar en el supermercado mientras vociferan que este gobierno nos lleva por el camino de la amargura y que ojalá viniera un rayo fulminante y cayera en la Asamblea y los matara a todos, tampoco se podría hacer. Porque a los "híper boleados" no les gusta que se burlen de ellos, ni se les pongan creativos en público.
Quizás las personas menos agresivas necesiten más tiempo para lograr sus objetivos. A veces pensamos que ni siquiera llegan a alcanzarlos, pero siempre dejan su huella. Su marca es mucho más duradera y queda grabada en la historia sin necesidad de sangre y revanchismos. Y no es problema de género. Grandes hombres han demostrado que no necesitan agresiones para llevar a cabo sus revoluciones. Martin Luther King hizo uno de los discursos más hermosos que se hayan escuchado "I have a dream" en el que explica su sueño de un país donde el color no sea motivo de segregación y buscó la integración de las razas, no la aniquilación del contrario como predicaban sus pares "cuatriboleados" del Black Power y Malcom X.
Cuando se habla de santas nuestra primera imagen es de la Madre Teresa de Calcuta, pero su doctrina de "perdonar, perdonar, perdonar" fue criticada duramente por muchos que hasta la llegaron a tildar de agente política del gobierno indio. Poco importaba toda una vida dedicada a los enfermos en uno de los países más empobrecidos de la tierra cuando decidió internarse en una clínica californiana luego de mil enfermedades seguidas. En pocas palabras, era una pusilánime que debía aguantar lo que le viniera.
Por otro lado, Mandela nos demostró que 30 años no son nada si con ellos logras la libertad de un país. Pasó del camino violento al pacifista y perdió su matrimonio porque para su esposa, ella tenía más testículos que él una vez que este salió de la cárcel y se sentó a dialogar con aquellos que lo habían apresado. Se dio cuenta que la violencia y las bombas no lograban el objetivo. Hablando y actuando en el momento que él creyó justo, logró acabar con el apartheid y devolvió a los negros de Sudáfrica todos sus derechos ciudadanos.
Y si me tengo que quedar con alguien, sería Malala. Una niña con una presencia tan poderosa que el sólo asistir a clases la hizo tan peligrosa, que intentaron asesinarla. Y que en vez de pedir revancha y hablar con odio, volvió a coger sus libros para seguir estudiando. Por ella y por las miles de mujeres, con ovarios, no testosterona, decidió alejarse de la violencia y hacer que su voz se escuche donde tiene que ser escuchada.
Que al final de cuentas, yo prefiero a Gandhi que al Che Guevara. A Kennedy que a la Thatcher y a Capriles antes que Orlando Urdaneta. ¡Menos bolas y más ideas!


jueves, 8 de enero de 2015

Qué bonita eres, mi Venezuela... Qué linda eres!

Comenzar el 2015 con estas colas interminables en supermercados y abastos o con el reporte de miles de muertes violentas en el año 2014 en Caracas es como para apagar e irse. Aun no sé a dónde, pero irse.
Ver una cola de cientos de personas en un abastico de chinos, desde las 6 am, y que aun no hayan dejado entrar a nadie porque apenas acaba de llegar la Guardia Nacional, que en un país como Venezuela, les toca cuidar las puertas de los supermercados para evitar saqueos.

Qué le pasó a este país tan próspero, tan lleno de posibilidades para todos los que venían de otras latitudes y que le dio tanto a tanta gente?

Qué sentir cuando ves cómo Venezuela expulsa a sus ciudadanos más jóvenes a otros sitios que tampoco están bien pero que suenan al paraíso terrenal al lado de este desastre?

Por qué seguir aceptando que tenemos que crear grupos de Whatsapp en los que nos demos las coordenadas para conseguir productos tan básicos como papel higiénico, jabón de tocador, champú y pollo?

Qué maldad hicimos para no poder dormir tranquilos hasta saber que todos nuestros afectos llegaron sanos y salvos a su casa?

Hay alguna razón mística para que vivamos en un país en el que te de miedo alquilar tu apartamento porque no sabes si te lo van a expropiar a punta de “tengo hijos menores y no me puedes sacar”? Para que tengas que subarrendarle a amigos para que sepas que no te van a robar? O para que un alquiler en una zona de clase media / baja cueste 20 veces el sueldo mínimo?
Nos merecemos pagar el 10% del valor de un carro en seguro anualmente? Nos merecemos pagar un sueldo mínimo mensual en seguros de salud porque sabemos que es imposible ser atendidos en un hospital público porque, al igual que no hay acetominofén y desodorante, no hay insumos médicos para tratar la más mínima emergencia?

Qué karma estamos pagando para que mueran 30 personas a manos de cuerpos de seguridad del Estado en 3 meses de protestas y no haya nadie que pague por eso? Qué le hicimos a quién para que los políticos nos usen para sus proyectos personales cada vez que les interesa y luego nos abandonen?

A todos los que esperaban ansiosos porque se acabara el 2014, les tengo una noticia: El 2015 va a ser mucho peor. Así que los que pasaron amargados sus fiestas, los que pelearon con sus seres queridos y los que vivieron molestos el año pasado, pues perdieron un tiempo valioso para disfrutar y atesorar los pequeños momentos que nos deja este país desgraciado para ello.

No hay Ávila que valga. Ni playas, ni médanos, ni sonrisas de niños (que consigues en cualquier país) para poder levantar la pared de “Mi país es arrechísimo” con el que se quieren auto engañar aquellos que viven de negocios turbios con militares y chavistas enchufados cuando hablan con sus amigos en cumpleaños o reuniones sociales.

Estos 2 años he visto partir a la mayoría de mis amigos. A futuros inciertos en países que están muy mal para conseguir trabajo por culpa de una híper recesión económica (como España), en sitios donde tienen que invertir mucho tiempo y dinero para poder estar de forma legal (como EEUU) o naciones recónditas o solitarias (tipo Australia o Inglaterra) en las que no cuentan con familiares, amigos o una cultura medianamente cercana a la suya. Todo por la necesidad imperiosa de huir de una nación devastada por las políticas desacertadas de unos improvisados que no tenían idea de lo que hacían, del odio y el resentimiento que metían cada día en nuestras mentes aquellos que nos gobiernan y la impunidad que mantiene a Venezuela en puestos de honor de los países más inseguros del mundo año tras año.

Así que me perdonan si El Ávila me importa 3 pitos cuando lo veo de frente mientras suenan los disparos a dos cuadras y matan a una muchacha. Si me interesa poco Playa Colorada si no podemos estar en ella hasta pasadas las 4 de la tarde porque te caen unos malandros y te roban todo. Cuando siento poco aprecio por el calor venezolano cuando escucho insultos hacia los políticos opositores porque no son lo suficientemente violentos para nuestro gusto.
Y me disculpan si me río cuando escucho a los defensores a ultranza de Venezuela molestarse con aquellos que la odiamos, mientras sabemos que usan métodos poco limpios (pero tradicionales) para llevar adelante sus negocios y su vida cotidiana. Así, cualquiera quiere vivir en Venezuela. El país más corrupto del hemisferio.

Seguiremos haciendo colas para comprar, seguiremos llamándonos cuando consigamos productos desaparecidos (últimamente son casi todos), seguiremos escondidos en nuestras casas después de las 7 pm y seguiremos avisando al llegar a nuestros amigos y familia para que estén más tranquilos y sepan que no tienen que ir a buscarnos a la morgue (al menos no por ahora). Mientras tanto, que los eternos enamorados de Venezuela sigan pensando que diciendo cosas lindas sobre los Médanos de Coro y las misses nadie se va a dar cuenta que transan con Cadivi, con los carros chinos y cualquier negocio turbio que se consigan para redondearse. Claro, así nadie se quiere ir.

Por mi parte, rezo por los que estamos acá, y por los que se van. Por nosotros para que no nos maten saliendo del trabajo o del gimnasio. Por ellos para que les vaya aunque sea la mitad de bien que tienen planeado para que no se planteen ni por un segundo volver. Y a los que tengan pensado votar por Podemos en España, les recuerdo que Monedero e Iglesias ganaron miles de dólares ayudando a Chávez y Maduro con su plan de gobierno. Gracias a eruditos como ellos y sus grandes ideas, estos tipos crearon sus maravillosos y bien llevados planes políticos y económicos. Sólo eso.












miércoles, 7 de mayo de 2014

¡Gracias, Mago!

Ella, era de esas personas que creía que estar era suficiente. Nunca había pensado que tuviera algún tipo de magia. Se le había dicho siempre que eso estaba destinado a gente diferente; más guapa, más interesante, más carismática. Estar, era suficiente.
Él, era una especie de nigromante del bien. De los que hay pocos. Siempre pendiente de adivinar el futuro, de sacar a relucir la magia en aquellos en los que ya la había visto, sólo Él.

No era un hombre especialmente guapo, ni mucho menos simpático pero su sola presencia siempre llenaba de luz los espacios que ocupaba, por más inmensos que ellos parecieran. Aquellos que habían sido tocados con sus enseñanzas siempre volvían por más, aunque en algún momento se separaran de ellas para conseguir su propio camino.
Ella, no entendía muy bien cómo había seres como Él, que siempre estaban bajo la luz brillante. Que siempre deseaban ser vistos, escuchados, notados... Era todo lo contrario a ella, que se escondía tras sus barreras que tan fácil construía. Era la posición más cómoda.


Sus paseos por el Templo, como le gustaba decirle Él, sufrieron un cambio aquel día en que decidió reclutarla. El gran mago ya había terminado sus proyectos anteriores y ahora se embarcaba en algo nuevo en el que lograría juntar aprendices tan distintos como talentosos para lanzarlos a un mundo nuevo que Él ya había visualizado.


Y un buen día se hizo la música. Ella tuvo, por primera vez, que dar un paso al frente. Tuvo que mostrarse y comenzar a creer en sus dones. Esos que sólo alguien como Él podía notar y que en los que sólo Él había creído hasta ahora. Ella comenzó a crear sus sortilegios y poco a poco se supo destinada a enseñarlos al mundo.


Gracias a Él, su vida cambió para siempre. Consiguió su mitad de luz que estaba tan cerca pero que en oscuridad nunca habría podido verlo. Encontró la suprema felicidad que le proporcionaba la música. Pudo sumar a su familia otras personas que habían sido tocadas por Él. Y supo que podía confiar en ella misma y en lo que quisiera emprender de ahora en adelante.

Siempre se pensó que estaría más tiempo en nuestra presencia. Él siempre los preparaba para su partida temprana ya que sabía que si vives con intensidad te cansarás un poco antes. Aunque ahora sea mucho más difícil verlo y casi imposible tocarlo, su presencia está en todos lados. Los que fueron bendecidos por su magia tienen la virtud de hacerlo sentir aunque no esté. Sólo uno de los grandes tiene la capacidad de transformar vidas tan diferentes en formas tan variopintas. Y sólo un grande tiene una despedida tan sentida como Él.

¡Adiós al gran maestro!