jueves, 8 de octubre de 2015

Yo también quise ser Miss Venezuela

Todas las mujeres de Venezuela han querido ser misses. Todas. No me engañen, ni se engañen. Cuando una niña nace en este país, automáticamente está concursando para ser Bebé Gerber, imagen de Ovejita, reina de carnaval en su salón, madrina del equipo de fútbol de su hermano o su papá, aspirante a modelo cuando hace el cursito para adolescentes en Gisselle's y finalmente Miss Venezuela. El más grande y maravilloso galardón al que quiere acceder la mujer criolla.
No creo en el mantra de "Las venezolanas son las más bellas del mundo". No. Hay gente muy fea por acá por dentro y por fuera, así que generalizar de esa forma es estúpido e irreal. Lo que sí es cierto es que últimamente se ha puesto de moda el rechazo a la belleza física. Como que si ser linda, flaca, arreglada, con las tetas hechas y un toque de botox fuera un pecado. Y no sólo un pecado, si no reñido con la inteligencia. Ahora resulta que nos hemos propuesto estigmatizar a las bellas y llamarlas brutas. Sin derecho a pataleo, además. Si eres rubia, tonta. Si pasas por quirófano, superficial. Si compras maquillaje y vas a la peluquería con regularidad, vacía. Nuestra envidia por esas mujeres nos ha hecho buscarles defectos por cualquier sitio para justificar la injusticia que significaría ser preciosa, inteligente y buena persona.
 Nos sentamos frente al televisor a sintonizar el magno evento de la belleza, viendo a 25 niñas de 18 años (sí, ahora que tengo 35 sé que son unas niñas) a esperar ver resbalones mientras caminan en traje de baño en sus imposibles tacones de 15 centímetros en los que yo sería incapaz de dar 2 pasos. Nos trasnochamos hasta el momento de las preguntas, porque nuestra mayor satisfacción se da cuando unas carajitas se traban respondiendo una mega tontería mientras están paradas frente a mil personas que les gritan "Boba, enchufada, BUUUUU, Viva Amazonas". Si dicen una burrada o se quedan calladas durante unos interminables 6 segundos y dicen "¿Me puedes repetir la pregunta?" nuestra vida vuelve a tener sentido. No hay problema de trabajo, avería en el carro o depresión post relación que no pueda ser olvidada después de ver que una tipa guapa se ridiculiza en televisión nacional.
Automáticamente se vienen los memes, vídeos en Youtube, captura de pantallas, burlas por grupos de Whatsapp mientras nos comemos un paquete de Oreos y nos tomamos el litro de Coca Cola que compramos para ver el concurso de las mujeres brutas y bellas pero porque están operadas. "Así cualquiera. Si yo me hago un bypass, me opero la nariz y me pongo extensiones también soy Miss." Y bueno, no. Además tienes que comer atún en agua y lechuga durante más de 1 año, ir al gimnasio 2 veces al día (a hacer ejercicios, no a tomarte fotos), medir 1.80 cm (que para eso no hay operación) y bueno, ser linda genéticamente ayuda, para que no parezcas Yei Love, que también está operada pero es un adefesio.
El otro día leí una imagen que me resultó muy antipática. Decía "Ya te hiciste las tetas... ¿el cerebro para cuándo?" Asumiendo automáticamente que quien se haga algún cambio estético no se quiere, no tiene autoestima, no tiene cerebro porque se preocupa de su imagen. Y no siempre es así. De hecho, por la experiencia que he tenido alrededor me he dado cuenta que casi nunca, en realidad. Me rodean un montón de mujeres hermosas, que se han operado y que son increíblemente talentosas, inteligentes, preocupadas por su familia y quienes las rodean. Así como chicas no tan guapas, ni arregladas que tampoco son tan letradas, buenas personas, ni nada parecido. Que están más pendiente del físico que las otras, pero del físico de los demás. Que se sienten tan mal con ellas mismas, que en vez de hacerse un cariñito, prefieren tildar de superficiales y vacías a las que sí se arreglan antes de salir a la calle.
 Que no midas más de 1.70 cm no te impide ponerte algo lindo cada día. Que seas gorda, no es excusa para no arreglarte el cabello o hacerte la manicure. Que seas una intelectual no te exonera de bañarte todos los días y salir maquillada si eso quieres. Yo, no hay nada que ame más que comprar maquillaje y libros. Que ir a la peluquería a secarme el cabello y hacerme la pedicure y en la noche ver documentales de Natgeo o History Channel mientras me peino mi pelo recién arreglado.
Amo mi superficialidad tanto como mis intensidades y no pretendo renunciar a ninguna, jamás. Hoy, me voy a reír cuando una de las niñas diga que es más fácil pedir perdón que pedir permiso o al revés y voy a seguir recordando que alguna vez yo también quise ser Miss Venezuela.