miércoles, 6 de febrero de 2013

No te tomes el día libre.

No todo el mundo tiene la oportunidad, pero yo puedo regodearme con tener un grupo de amigos lo suficientemente cultos e interesados en el acontecer mundial para tener muchas discusiones, a veces estériles y en ocasiones vigorizantes, con las que podríamos terminar con algo de reconcomio pero que, al final, nutren nuestras mentes.

La política, como es normal, suele ocupar la mayor parte de las noches de argumentos. Si hablamos de Venezuela nos va bastante bien, porque todos compartimos el gen anti chavista con la variante del radicalismo. Unos nos conformamos con verlos fuera del poder, otros desearían verlos fusilados en un paredón como en épocas menos civilizadas. Los problemas vienen cuando comenzamos a meter nuestras tendencias profundas y a culpar a una o la otra de los males actuales.

Que si la derecha y el capitalismo salvaje han producido un rencor en las clases desfavorecidas que ahora desean la reivindicación de sus derechos, que si la utopía del socialismo ha dejado en el pueblo la sensación de "No hago nada, dámelo todo". Al final, terminamos insultando al que piensa distinto sin pensar en que somos amigos y por ende nos importan sus sentimientos y si les hacemos daño o no. Nuestras convicciones se superponen a nuestros afectos y es cuando los -Todos los socialistas son unos mediocres conformistas- o los -Esa gente de derecha que son racistas y snobs- causan un daño profundo, que aunque no vayan a determinar el final de nuestra relación, sí lo hace en los tópicos que puedan ser escogidos la próxima vez. Y es cuando nos vemos encaminados a hablar de algo y preferimos levantarnos de la mesa para no volver a ser insultados.

Los que aun nos quedamos defendiendo lo que pensamos podemos ser llamados intensos, pero a veces y solo a veces, ocurre que pudiéramos entendernos. Resulta que, en algunos tópicos podemos ceder y simpatizar con el otro. Es cuando digo -Yo soy socialista, pero no estoy de acuerdo en subvencionar todo como pasa en muchos países- o -Sabes que no todos los capitalistas son de ultra derecha- y comienzan a verte con cara de "No puedes serlo todo". Porque en el mundo en el que vivimos hoy en día, no abres tu mente, sino que te vendes. Si estás en contra de las corridas de toros no puedes admirar a los toreros, si odias a Chávez no puede gustarte Obama, si eres objetor de conciencia no debes tener un amigo policía. En tiempos modernos, estamos etiquetando a la gente como si se tratara de principios de siglo XX.

Veo con horror como poco a poco estamos volviendo al "Cada oveja con su pareja", a preguntarle a tu prima -¿de dónde es la familia de tu novio?-, a pensar que si estudias en un colegio "bien" vas a ser mejor persona que alguien de uno menos "bien". Lo más detestable es sentirse excluido. Sentir que si no se piensa igual se está en el camino equivocado.

En plena era de la globalización, me deprime pensar que no podamos aprender de los que son distintos. Que no toleremos y aceptemos las costumbres e idiosincrasia de aquellos que, aunque no entendamos, pueden enseñarnos miles de cosas.

Es tan retrógrado aquel que se niega a que los homosexuales puedan casarse como el que agrede al que va a una corrida de toros. Pero es igual de rancio el que no sepa respetar a aquellos que odian lo que uno aprueba. El día que seamos capaces de abrir nuestra mente con serenidad y racionalidad no nos mataremos por pedazos de tierra, colores de la piel, religiones o ideologías políticas. Cierro con una frase de Bob Marley en el 68 aniversario de su nacimiento "La gente que está tratando de hacer este mundo peor no se toma ni un día libre, ¿cómo podría hacerlo yo?" Así que no te tomes el día libre y comienza a profesar la aceptación.