lunes, 16 de noviembre de 2015

Más muertos en mi Facebook que en París.

No logro recordar a quién se lo leí, pero me llamó mucho la atención. Una persona que decía "Hay más muertos en mi Facebook que en París". Tuve que leer lo que ponía después, porque asumí (erradamente) que diría el cliché típico de los venezolanos intensos que se quejan de que en Venezuela la delincuencia asesina a 100 personas cada fin de semana en Caracas y que nadie se compadece tanto como con los hechos de París y que todo se basa en faranduleo (para aquellos que me leen desde otras latitudes, "faranduleo" es igual o muy parecido a "postureo") Pero no, esa persona se refería precisamente a todos esos que se quejaban por las muestras de solidaridad con París por las razones que fueren: en Venezuela matan a más y vives acá, en Siria matan a más con mayor frecuencia, los gringos son los culpables y no los árabes, los musulmanes no son todos malos y los hacen ver así. Mil excusas para fastidiar a los que se conmovían.
Después de eso, me di cuenta que entre mis contactos también había muchísimos muertos. Gente súper fastidiosa que espera ver qué hace la mayoría de la gente para hacer justo lo contrario, junto a otra gran mayoría mientras se burla del comportamiento masivo del que critica.

Uno siempre tiene esos amigos, contactos, compañeros de trabajo "anti establishment" que odian las películas que le gustan a todos, la música que está de moda, los locales de comida famosos, en fin, que critican a los "borregos" que disfrutamos de las cosas que, por una razón, se vuelven virales. Porque sí, hay una razón por la que una canción, película o coffee shop se hacen famosos y en muchísimos casos es por su calidad. Pero en su mente, creen ser superiores si detestan El Padrino, Hombres G o se mueren antes de comprar café en Starbucks. ¡Supérenlo, no son más inteligentes, sólo son el coñazo del grupo!
Y esos coñazos, también asomaron su cabeza después de los atentados terroristas del viernes 13. Desde los más intelectuales que dieron razones varias para el proceder de los asesinos (los gringos malos, occidente malo, todos malos menos los terroristas) hasta los más básicos que no saben diferenciar la bandera de Rusia de la francesa y sólo te gritan que tu país no te duele porque sólo piensas en el faranduleo que significa haber ido a París alguna vez.
Al final, resulta que casi somos tan malos aquellos que, por postureo o no, colocamos una bandera y otras no, porque nos duelen unos y otros no, sin entender que la cotidianidad de una bomba en Israel y la de una en Londres no se puede comparar, no así sus víctimas. No es que nos duelan unos y otros no, es que lo cotidiano se vuelve tristemente normal. Y la normalidad da paso a la indiferencia. Es por eso, que los venezolanos no nos entristecemos con cada muerte a manos del hampa que hay en Caracas, si no, estaríamos todos con tal depresión que nos lanzaría
mos por las ventanas de los edificios.
El enemigo es uno. Es aquel que asesina a otros porque sí. Porque los terroristas no están vengando una afrenta del gobierno francés o estadounidense. Si así fuera, pondrían bombas en la ONU y no en un concierto de rock. Tirotearían la caravana del Presidente y no un restaurante con gente inocente, que nunca ha tenido que decidir si hay bombardeos en Siria o si se venden armas (hechas por los rusos, por cierto, no por gringos), gente que quizás hasta simpatiza con su causa. Quién sabe.
Son asesinos, que matan gente a sangre fría. Tipos que aunque no tuvieran la excusa de la fulana guerra santa, también matarían, solo que por delincuencia común, por machismo o cualquier otra razón. La gente mala, es mala. Y el que es capaz de matar, luego de planificarlo, lo hará tarde o temprano de todas formas.. Así occidente se porte bien.
No permitamos que nuestras almas se mueran. No dejemos que el resentimiento y los complejos no nos dejen compadecernos de los demás. Y si creemos que algunos están olvidados, pues trabajemos para que sus caras y causas sean reconocidas sin necesidad de invisibilizar a los otros.

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